
Luego de nuestra primera reunión, donde se nos dio a conocer los detalles de nuestro viaje, quedó definido el grupo: Nihan Siriklioglu (Turquía), Carolina Schildknecht (El Salvador), Racheli Atias (Israel), Benedict Faber (Alemania), Daisuke Suzaki (Japón), Santiago Martelli (Argentina) y yo (Venezuela) seríamos quienes conformarían el equipo. El destino sería Dilla, una ciudad al sur de Etiopía (seis horas de carretera desde Addis Abeba). En Dilla se encuentra una misión católica que ofrece a la comunidad varios servicios a un costo asequible: clínica, guardería, educación primaria, educación secundaria y hasta un instituto profesional para formarse como secretaria, técnico en informática y diseñadora de modas. Durante el verano se lleva a cabo un campamento a fin de proporcionar a los niños con actividades de entretenimiento durante las vacaciones escolares. Nuestra función sería desempeñarnos como líderes de este campamento conformado por unas 400 niñas de edades comprendidas entre los 4 y 16 años.
Nuestra primera interacción con las niñas ocurrió ese mismo día, ya que las niñas tenían clases de catecismo. Al vernos, se aproximaron a nosotros velozmente. Éramos tan extraños para ellas, como ellas para nosotros. Tocaban mi cabello, mis cachetes, mis manos, mis brazos. Me trasladaba con dificultad ya que tenía al menos tres o cuatro niñas a cada lado tratando de caminar a mi lado sujetando mi mano. Ese mismo día conocimos a Carina Baumgartner (Austria). Ya había pasado un año en Dilla por lo que hablaba amhárico fluido. Estaba de regreso por unas semanas para ayudar y vaya como ayudaba. Y lo más impresionante es que sólo tiene 21 años….[…].
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